Ya pasaron 19 fechas del Torneo Inicial, 9 del Torneo Final
y una de las preguntas más recurrentes que atraviesan el fútbol argentino es:
¿A que juega Racing? ¿Es defensivo? ¿O ofensivo? En principio, se puede afirmar
que no tiene una identidad definida en un sentido que se refiera a imponer un
estilo sin que importe el rival que este enfrente. El equipo dirigido por
Zubeldía ha tenido partidos de marcado repliegue defensivo y otros de mayor
ritmo y verticalidad, propiciados por la velocidad de sus hombres de ataque. Y en
otros (en los que peor jugó) directamente mostró una indefinición en su
intención que le costaron valiosos puntos (Independiente, River).
Sin embargo, se pueden afirmar dos cuestiones: Racing se
siente mucho más cómodo cuando tiene espacios para contragolpear. Situación que
(naturalmente) maneja mejor cuando está arriba en el marcador y el rival tiene
la obligación de adelantarse en el campo y asumir mayores riesgos.
La otra cuestión es que Racing no
juega bien cuando tiene la pelota y debe moverla con el fin de desorganizar al
contrario. El equipo no tiene fluidez en esa faceta del juego. No porque le
falten jugadores aptos para tocar o para superar rivales mediante la gambeta
(que los tiene), sino porque carece de algunos mecanismos básicos para desarmar
un bloque defensivo, como abrir el juego hacia las bandas para estirar la
defensa rival y generar huecos en el centro. O ubicar jugadores en el área y en
su periferia para poder utilizar el centro o el pase hacia atrás. Los jugadores
en el borde del área pueden patear de larga distancia o capturar los rebotes
para prolongar el ataque.
Racing no domina ninguno de estos registros. Los dos
partidos de la temporada frente a Belgrano son un claro ejemplo. Especialmente
el que se disputo en Córdoba, donde Racing jugó 11 contra 9 durante más de
media hora y no dispuso de ninguna ocasión clara. Además, Zubeldía tampoco ha
mostrado mucha capacidad para corregir el rumbo de un partido desfavorable, ya
sea mediante un cambio o alguna variante en el sistema. Es decir, que cuando el
equipo está perdiendo o no encuentra los caminos para superar al rival, el
técnico no resuelve los problemas. El principal ejemplo de esto fue la final de
la Copa Argentina frente a Boca, donde el equipo estaba perdiendo 2-0 y
Zubeldía terminó el partido con cuatro delanteros (Viola, Sand, Cámpora y
Hauche) y un mediapunta (Fariña). La consecuencia lógica fue un equipo
totalmente desequilibrado, sin mediocampistas que asistan a los atacantes y
que, al mismo tiempo, puedan contener los contragolpes de Boca.
La constante variación de esquemas no ayuda a que el equipo
tenga una identidad definida. Si bien es cierto que el sistema no define la
idea rectora, en el caso de Racing las distintas alternativas usadas revelan
intenciones opuestas, de acuerdo al rival o a la circunstancia. Las
modificaciones incluyen una línea defensiva que osciló (a lo largo de la
temporada) entre tres, cuatro o cinco defensores. El mediocampo, en general,
estaba compuesto por cuatro o cinco jugadores. Y en la delantera la constante
fueron dos atacantes, aunque en alguna ocasión el equipo jugó con un solo hombre
de punta.
Una de las pocas constantes que tuvo el equipo en la
temporada fue el doble 5. Durante el Torneo Inicial la dupla que se consolidó
fue Pelletieri/Zuculini. Con el primero como eje, siempre por detrás de la
línea de la pelota y el segundo colaborando en la marca, pero siendo un apoyo
en ofensiva. Sin embargo, la llegada de Bolatti y el bajo nivel del ex jugador
de Lanús, le dieron la titularidad al nuevo refuerzo y esto obligó a rearmar el
“dibujo”. Tras algunos partidos de prueba en las que Zubeldía priorizó el doble
5 (incluso el triple 5 frente a Lanús), probó frente a San Lorenzo un 4-1-4-1
similar al que utiliza Martino en Newell´s y Bolatti fue uno de los principales
beneficiados, ya que la zona central del mediocampo le perteneció por completo.
Recibía siempre de frente las descargas de los hombres más adelantados y abría
hacia las bandas sin que ningún compañero le obstruya el recorrido del pase. Y
como estuvo preciso en el corte, redondeó un partido perfecto. Y el resto
también estuvo a tono.
Hubo desajustes defensivos que obligaron a Saja a revolcarse
varias veces por el piso. Pero, en líneas generales, el equipo defendió bien y
llegó con mucha frecuencia al arco de San Lorenzo (al margen de los cuatro
goles). Sólo falta saber si este Racing puede sostener un rendimiento similar o
si, por el contrario, vuelve a padecer de ciclotimia.
Matías Roselló
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